Hans Hassler entró en el gran salón gubernamental de aquel país de Oriente Medio. Estaba acostumbrado a las grandes reuniones pero esta era diferente y eso le puso algo nervioso.
Sólo hacía 2 semanas desde que el director general de la empresa para la que trabajaba como «Ethical Manager», le informó sobre el propósito de aquel reinado en comprarles más de 3 millones de dispositivos móviles con una única condición: Implantar un sistema de monitorización para acceder a toda la información de uso de su población.
—Sé lo que me vas a decir —dijo el director general, mirando fijamente a los ojos de Hans—. Estaremos colaborando con un gobierno que espía a sus ciudadanos, aunque por otra parte nuestra empresa obtendrá unos ingresos que salvarán los más de 2.000 puestos de trabajo que tenemos en la cuerda floja— añadió.
¿Cuál fue la decisión de Hans?
Si bien esta introducción ha sido pura ficción propia, siendo fiel a aquella frase de que la realidad siempre la supera, el suceso principal de esta historia es cierta.
Y es que no pasa mes en el que no salga de mi asombro ante alguna noticia sobre un nuevo avance tecnológico con aplicación de ética dudosa. Hoy por ejemplo, siendo esta la determinante para realizar esta publicación: Una madre se reencuentra con su hija fallecida en realidad virtual. Aquí tienes el vídeo.
Se trata de un programa de televisión coreano llamado meeting you que creó una versión digital de una niña de siete años, para que su madre pudiera verla y tocarla a través de unos guantes hápticos.
La tecnología nos está superando
Y lo digo desde una perspectiva personal sin ánimo de entrar en neoludismos, más bien todo lo contrario. Me considero un Geek, deseo probar lo último y tener mis dispositivos actualizados siempre a la última versión. Pero estamos cometiendo un grave error.
El mundo dispone de grandes ingenieros, científicos y desarrolladores que son capaces de automatizar nuestros vehículos, pero no tenemos buenos especialistas en ética para dar instrucciones al coche en caso de tener que decidir entre un atropello o salvar la vida del conductor. La programación del código ético está recayendo sobre los CEOS, desarrolladores e incluso de los inversores.
La pérdida de nuestra privacidad, la manipulación de los medios de comunicación (Fake News), la biotecnología (CRISPR) la inteligencia artificial y otros grandes y necesarios avances están en manos de sus creadores y sus compradores. Ningún código ético establecido intercede entre estos y este es el resultado de nuestra caótica actualidad.
Formación vs. Educación
Confieso que, a pesar de llevar más de 15 años en el sector formativo universitario, no fue hasta hace bien poco cuando alguien me explicó la diferencia entre formar y educar.
Formar significa aportar los conocimientos a alguien respecto a una materia concreta, sin embargo educar es desarrollar la capacidad intelectual, moral y afectiva de las personas de acuerdo con la cultura y las normas de convivencia de la sociedad a la que pertenecen.
Una persona puede estar bien formada pero no bien educada y viceversa.
Y ahora me gustaría preguntarte: ¿Educan nuestras universidades? Mi respuesta es: Creo que no. Menos aún en un país, España, donde las universidades públicas no son más que un embrión de funcionarios. El sistema funciona, así que tal vez no sea tan malo, pero es indiscutible que debemos educar a nuestros futuros alumnos en bases éticas para la mejora de nuestro futuro.
Es paradójico que un país como EEUU esté siendo pionero en educación ética y tecnología en sus mejores universidades como el MIT (Massachusetts Institute of Technology) Standford o Harvard. Aunque ellos al menos lo están intentando.
¿Somos nosotros conscientes de los dilemas éticos que supone el imparable avance tecnológico? ¿Son conscientes nuestros responsables en formación y educación? ¿Estamos preparados?
Dios, como a veces ocurría, dio la callada por respuesta.
El abuelo que saltó por la ventana y se largó.